Porqué publicaré independientemente “La Tormenta”, mi primera novela

La respuesta corta es: porque puedo.

La larga: 

Por supuesto que tenía el sueño de ver miles de copias impresas tras la inversión de una sólida empresa, con el logo de una inmensa editorial en la contraportada y mi foto en la solapa. Cuando sentí se acercaba el final del arduo y suicida proceso de escritura investigué como hacerles llegar un manuscrito a esas míticas instituciones e inmediatamente me topé con La Muralla China.

Verán, la exhaustiva investigación de mercado reveló que la industria editorial se ha visto tan afectada por la Internet como cualquier otra; y si bien los libros ha salido bien librados (tu pum pish) de la batalla y se ven consolidados en su lugar en el mundo, el modelo de negocios de las editoriales cambió. Necesitan producir dinero, resultados para los reptiles de sus dueños, por lo tanto para que apoyen a un novel autor necesitan que el mismo demuestre su valía a través de popularidad en las redes sociales y servicios afines.

No hay escapatoria, los medios sociales ponen un marcador a la vista de todo el planeta y si no estás ganando el partido, lo más probable es que no vendas. Ni siquiera tienen que leer tu manuscrito porque la calidad del texto es irrelevante. Nadie tiene tiempo para invertir en una naciente carrera cuando el planeta está a punto de explotar y existen varios Youtubers con millones de visitas en cada video que aún no han firmado contrato editorial. La matemática rara vez falla.

Por supuesto existen excepciones y editoriales pequeñas que todavía funcionan románticamente, pero también está disponible un plan B. Por primera vez en la historia hay una alternativa: Amazon, print on demand, Kindle Unlimited.

La autopublicación ya no tiene el estigma que hace una década, pero igual no es una actividad respetada. Mi mamá no me llamará felicitándome, el post en fakebook con el que anuncie la publicación de “La Tormenta” tendrá cien interacciones en vez de diez mil, no disfrutaré de un brindis de hora y media en alguna librería que ha visto mejores días. Por otro lado, conservaré todos los derechos sobre mi obra y la misma estará disponible mundialmente sin requerir inversión alguna de mi parte.

Por supuesto, Jeff Bezos se quedará con la tajada más grande de la torta y estaré alimentando a una transnacional que le quita los trabajos a las tiendas de mamá y papá, pero hey… nada es perfecto. La realidad es cruel y despiadada. La vida es así, no la he inventado yo.

Apartando esto, el principal problema que presenta el irse por la opción independiente es que, sin presupuesto de marketing o campaña de publicidad, tu libro es una gota en el océano. Sin embargo aquella editorial gigante tampoco planeaba invertir mayor cantidad de dinero en tu opera prima e igual ibas a terminar tú mismo pagando la promoción con sangre, sudor y lágrimas.

No nos engañemos, lo más probable es que sólo familiares y amigos, la crema de la crema de la gente cool y uno que otro suertudo guiado por los dioses lean la novela. Planeo dedicarle al marketing de la misma cinco horas a la semana por los próximos diez años, pero igual son los solitarios esfuerzos de un individuo que hace tiempo que pasó de moda y actualmente no edita un sitio web visitado por miles de personas cada día. Para que “La Tormenta” obtenga el éxito comercial que sin duda merece tendría que ocurrir un verdadero milagro.

Ahora, en caso de que se de la posibilidad en el millón, de que el milagro se concrete, los beneficiados absolutos y directos seremos el diseñador y yo. Más nadie. Excepto bueno, Jeff Bezos.